Opinión de Luis Miguel González, director general de ITM Global
España es, cada vez más, un país de contrastes. Mientras que la vivienda se convierte en un problema cada vez más acuciante en las medianas y grandes ciudades, hay otras zonas donde el problema es exactamente el contrario: la desaparición constante de la población.
Desde hace varios años se asume como algo cotidiano y habitual. Sin embargo, son varias las razones que están propiciando esta polarización en términos de población y habitabilidad. Buena parte de ellas tienen que ver con las infraestructuras a todos los niveles: transporte, energía, gestión de residuos, abastecimiento o, la que nos ocupa, telecomunicaciones e Internet.
En 2019 es innegable que la calidad de vida está relacionada con la facilidad para conectarnos con el resto del mundo a través de Internet. Según los datos del Consejo Económico y Social de España recogidos en el informe ‘El medio rural y su vertebración social y territorial’ solo un 30% de las poblaciones de la denominada España vaciada cuenta con conexión a Internet de banda ancha de 30 megabits por segundo (Mbps) y únicamente el 15,8% alcanza una velocidad de 100 Mbps, datos que contrastan enormemente con la media de poblaciones del país, donde ambos indicadores rondan el 70%.
Compromisos al respecto no faltan. La Agenda Digital para España contempla que en 2020 un 50% de la población tenga acceso a la banda ancha de velocidad ultrarrápida de, al menos, 100 Mbps.
Con todo, aunque la conexión a Internet no es el problema más acuciante de estas zonas, que disponen de bienes y servicios básicos a cuentagotas, sí es una llave importante para facilitar las comunicaciones y convertirlas en zonas más habitables en pleno siglo XXI.
El objetivo final es que esas zonas rurales y las personas que habitan hablen el mismo idioma, permitiendo, entre otras, el acceso al teletrabajo en una era en la que las empresas de todos los tamaños ya hablan de transformación digital, Big Data e Inteligencia Artificial.